Durante este tiempo tuvimos que aprender a vivir en los bordes, reemplazamos el patio, el centro, para cobijarnos en las estructuras que los rodean. Reemplazamos lo público con lo privado. Los lugares de encuentro se volvieron supermercados, farmacias, filas de compra. Vendrá el momento de volver a conectarnos con la ciudad, y entre nosotros.  ¿Pero cómo reconquistamos el espacio que nos corresponde? 

Las burbujas sociales se han convertido en la manera de encontrarnos con tranquilidad. La forma de conectarnos otra vez es expandirlas sin arriesgarnos, generando una nueva vecindad a cielo abierto. 

Usando del principio acústico “espejo de sonido” generamos burbujas que, enfrentadas a otras, posibilitarán la conversación a la distancia. Se crea una burbuja social. Como el murmullo que nos regalaba la ciudad libre y espontánea en sus calles, mercados y parques.

De esta manera, este espacio funciona como receptor y micrófono a la vez, permitiendo a personas alejadas entre sí puedan conversar y conocerse sin riesgo. Recreando el patio de una vecindad, el espacio se activa con las personas. Se crea un lugardonde podemos escuchar y ser escuchados. 

Después del festival, el pabellón se pueden repartir por la ciudad en pares. Encontrarnos de nuevo en parques, plazas, o estaciones de metro. El espacio público murió. Debemos reinterpretarnos, replantearnos. Volver al centro. Frenar para seguir. Es hora de seguir